La obesidad y la actividad neuronal ¿Psicología?
La comida rápida o catalogada como basura suele ser la causante de que muchas personas acaben abandonando sus objetivos y dejen la dieta de lado. Actualmente, la obesidad es una epidemia mundial y, día a día, cada vez hay más gente que la sufre. Esta enfermedad no sólo tiene consecuencias a nivel social pero también a la salud: aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, hipertensión, diabetes y diferentes tipos de cáncer.
Cuando alguien quiere perder peso el mayor foco de atención son los cambios comportamentales, es decir, modificar la dieta y aumentar la actividad física. Ahora bien, es sabido que hay muchas variables que influencian los efectos de estos cambios y la capacidad para mantener estos cambios de hábitos.
Últimamente se ha estado investigando con la posibilidad de qué haya mecanismos neurales que jueguen un papel en el desarrollo y mantenimiento de la obesidad. Más concretamente, nuestro cerebro responde de manera similar a algún tipo de comida que a algunas drogas.
Diferentes estudios donde se ha comparado normopesos con personas con sobrepeso y obesidad demostró que estos últimos muestran una mayor actividad cerebral cuando se les muestra comida. Las áreas cerebrales a destacar eran aquellas relacionadas con la recompensa como el córtex orbitofrontal, las relacionadas con el refuerzo y aprendizaje como la insulina, el procesamiento emocional y memoria de trabajo, entre otras.
Además, las personas con obesidad muestran también una mayor activación de las áreas relacionadas con el control motor y la coordinación motriz, en especial la coordinación boca-mano. Cuando estaban saciados, las mayores diferencias entre individuos obesos y sanos eran en las áreas de toma de decisiones, recompensa anticipada y procesamiento emocional.
Estas diferentes activaciones correlacionaban positivamente con el Índice de Masa Corporal.
Estos datos apuntan a que la actividad neuronal a los estímulos relacionados con la comida podrían ser un mecanismo adicional que contribuye a una mayor ingesta calórica y, consecuentemente, al desarrollo de la enfermedad.
De todos modos, estos datos no deben entenderse como una justificación de la obesidad o una excusa para no bajar de peso. Aunque pensemos que nuestra mente nos “juegue” malas pasadas siempre podemos poner en marcha diferentes estrategias